"Se puede saber qué coño estás haciendo?", nos escribe nuestro amigo Mauro Alcalde, el propietario del restaurante Ciento y Pico de Madrid, desde España. "Que no se puede salir de casa". El estricto confinamiento de vuestro país no lo es tanto en Estados Unidos, donde en algunos sitios aún se permite jugar al golf.
Vaya por delante que tenemos un enorme respeto por la dimensión de la pandemia del COVID-19, tanto como a cumplir escrupulosamente con la ley a rajatabla en todo momento. Pero, Virginia, el estado donde vivimos, es uno de los 15 -incluido California cuya permisividad es parcial- donde los campos de golf siguen abiertos, aunque sometidos a una serie de limitaciones que hay que seguir para no poner en peligro ni nuestra salud ni la del resto de golfistas.
Es lógico que se hayan agotado los 'greenfees', como también los de mañana (jueves) y pasado (viernes) porque se han restringido mucho los 'slots'.
Para conseguir uno hay que hacerlo a través de una aplicación que se llama golfnow y se tiene que pagar con Apple Pay o en la propia web. No se puede abonar en metálico (65 dólares en nuestro caso), primer punto para evitar cualquier posible contacto entre humanos.
La principal novedad es que no hay banderas para evitar en lo máximo posible que nadie toque un objeto tocado por otro y reducir el riesgo de contagio. En su lugar, se ha introducido un trozo de gomaespuma en el hoyo de tal manera que la bola no se llega a hundir del todo y así, al recogerla, no tocas los bordes. Además, tampoco se tienen que rastrillar los bunkers, por el mismo motivo.
A lo largo de los 18 hoyos, nos habremos lavado varias veces las manos con un botecito de alcohol. Casi en cada hoyo. También al comprar algo de comida y bebida (uno de los campos tiene camarera). Guardando en todo momento la distancia, aspecto en el que los clubes son muy celosos. En Virginia, al menos, jugar al golf es más seguro desde el punto de vista de la salud que ir al supermercado.
Fuente :S. Maymandi y M. Mosleh
Es miércoles por la mañana y nos encontramos en South Ridings, un campo en el estado de Virginia por el que se dejan caer hasta agotar las salidas ciudadanos del condado y también de estados limítrofes como el área de Washington DC y Maryland, donde no está permitido el golf.
Vaya por delante que tenemos un enorme respeto por la dimensión de la pandemia del COVID-19, tanto como a cumplir escrupulosamente con la ley a rajatabla en todo momento. Pero, Virginia, el estado donde vivimos, es uno de los 15 -incluido California cuya permisividad es parcial- donde los campos de golf siguen abiertos, aunque sometidos a una serie de limitaciones que hay que seguir para no poner en peligro ni nuestra salud ni la del resto de golfistas.
Es lógico que se hayan agotado los 'greenfees', como también los de mañana (jueves) y pasado (viernes) porque se han restringido mucho los 'slots'.
Para conseguir uno hay que hacerlo a través de una aplicación que se llama golfnow y se tiene que pagar con Apple Pay o en la propia web. No se puede abonar en metálico (65 dólares en nuestro caso), primer punto para evitar cualquier posible contacto entre humanos.
La principal novedad es que no hay banderas para evitar en lo máximo posible que nadie toque un objeto tocado por otro y reducir el riesgo de contagio. En su lugar, se ha introducido un trozo de gomaespuma en el hoyo de tal manera que la bola no se llega a hundir del todo y así, al recogerla, no tocas los bordes. Además, tampoco se tienen que rastrillar los bunkers, por el mismo motivo.
A lo largo de los 18 hoyos, nos habremos lavado varias veces las manos con un botecito de alcohol. Casi en cada hoyo. También al comprar algo de comida y bebida (uno de los campos tiene camarera). Guardando en todo momento la distancia, aspecto en el que los clubes son muy celosos. En Virginia, al menos, jugar al golf es más seguro desde el punto de vista de la salud que ir al supermercado.
Fuente :S. Maymandi y M. Mosleh
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